sábado, 11 de febrero de 2017

El reino, el sacerdocio y el paraíso

Antes que nada, decirles que cualquier ayuda de su parte será siempre oportuna y bienvenida.

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Hay tres elementos que son claves para el entendimiento de la verdad que se logran percibir en paralelo con la cronología bíblica, y son valiosos. Estos son el Reino de Dios, el Sacerdocio y el Paraíso.

El Reino de Dios está representado en el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, y su símbolo es la higuera. El Sacerdocio está representado en el árbol de la vida y su símbolo es el olivo. Y el Paraíso o la Tierra Prometida tiene como símbolo la vid.

Adán perdió, al desafiar la soberanía divina, la guía de Dios, lo cual le restringió el acceso a la vida eterna y le valió la expulsión del Jardín de Edén. Esas tres cosas fueron puestas en un estado de maldición y no pudimos tener acceso a ellas sin la intervención del Mesías.

Génesis 33:3 nos da a entender que hay tres períodos de siete Tiempos asociados al pueblo de Dios. El primero termina con la entrada de Israel a la Tierra Prometida, cuando el Príncipe del Ejército de Jehová, que fue Jesús en su Existe presuma a, dirige al pueblo en la conquista de Canaán. El segundo termina cuando Jesús comienza su obra como sacerdote a favor de la humanidad y viene a existir el cristianismo. Y el tercero culmina cuando Jesús retorna como Rey y por fin dirige al pueblo de Dios de nuestro tiempo a encontrarse de nuevo con la autoridad divina.

Las tres tentaciones de Mateo 4 y Lucas 4 nos dicen que son tres los desafíos a los que Adán y Jesús se enfrentaron. Aunque no se percibe directamente, estas tentaciones hacen referencia a temas profundos. El pan, el sustento, tenía que ver con el Paraíso. El dar por sentado la vida que proviene de Dios tenía que ver con el árbol de la vida. Y el reino del mundo solo le pertenece a Jehová.

Si nosotros captamos la esencia de todo esto, entenderemos toda la verdad como nunca antes. Y por eso se intuye que el Jardín de Edén fue Palestina, y que los dos árboles estuvieron en Jerusalén. El árbol del conocimiento del bien y del mal en la Ciudad de David, el monte Sión, y el árbol de la vida en el templo, el monte Moría. Y eso explica, en parte, por qué el fin de los tiempos tiene su punto de partida con lo que ocurra en la zona del templo, en el Domo de la Roca.

El que tiene ojos que lo vea.

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